Cuando vives con un budista empiezas a incorporar palabras en tu vocabulario que antes no solías utilizar.
Impermanencia, qué palabra más dura.
Entonces te das cuenta que posiblemente la habías estado evitando dado el elevado grado de complejidad y el apuro en que pone a tu cerebro, así que decidí coger el mando y me planté diccionario en mano en medio de la batalla del entendimiento. Según la muy honorable Real Academia Española, se entiende por permanencia la duración firme, constancia perseverancia, estabilidad e inmutabilidad. Así que entendemos por impermanencia la negación de estos estados.
Pero ni la RAE consiguió aclarar mis ideas y mis dos hemisferios están ahora aún más divididos. El izquierdo sigue apostando sin dudar por la lógica, las evidencias científicas y la racionalidad. Pues claro, se ha dedicado toda su vida a procesar la información mediante el análisis, descomponiendo los problemas en pequeñas piezas y examinándolas una por una. Él es un seguidor convencido de Antonie Lavoisier, el cual afirmaba que la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Por lo tanto, es aún más complejo aceptar la impermanencia partiendo de esta afirmación, pues si toda materia se transforma y nunca se destruye todo permanecerá, aunque sea en formas distintas.
Cuando parece que las ideas se van aclarando aparece el derecho para contraatacar. Llega con fuerza, está acostumbrado a luchar por las sensaciones que cree firmamente, a sentir y a analizar la información mediante la síntesis. No solo estamos hechos de materia, piensa indignado y argumenta que al adentrarnos al mundo de los sentimientos podemos comprobar que todo lo que una vez provocó cualquier tipo de sentimiento en nuestra persona no nos será ya nunca más indiferente, aunque reconoce que nuestros sentimientos hacia lo que nos rodea varían al avanzar nosotros hacia el incierto futuro. Así que se declara partidario de Heráclito, defendiendo que lo único permanente es el cambio.
Finalmente se dan la mano, se conceden una tregua. Hemos llegado a una conclusión; la materia no desaparece, al igual que los sentimientos, pero se encuentran en constante movimiento, cambiando sin parar a cada paso que damos. Así que podemos afirmar que todo cuanto nos rodea es impermanente pues necesita estar cambiando constantemente para poder avanzar. Y es solamente cuando Lavoisier y Heraclito disfrutan de una cerveza juntos, cuando aceptamos esta impermanencia como algo positivo, y podremos al fin ser capaces de disfrutar del momento.
En el budismo se habla de una doble verdad. La verdad completa y la incompleta y necesariamente ni se oponen ni se excluyen. En el Sutra de la Gran Sabiduría se afirma: "El vacío es forma, la forma es Vacío". Y esta profunda realización de la "impermanencia de lo permanente o, en sentido inverso, la permanencia de lo impermanete", es justo la clave para la liberación de las ataduras de la mente-corazón.
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