Ve como cae y se pierde tras el mar.
Intenta retenerlo, pero no puede hacer más.
Le pide que no se vaya, que apure unos instantes,
para sentir su calor, para empaparse el cuerpo con él.
Sigue perdiéndose, se le escurre entre las manos.
Por favor le dice, no te vayas.
Los ciclos son así, le replica,
ahora me tengo que ir,
me están esperando al otro lado del mar.
No sufras, vas a estar bien,
ella te acurrucará entre sus sabanas plateadas.
Y mañana volveré, pues recuerda Lucía,
no hay noche que no vea el día.
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