Llevo días prestando atención al lenguaje que utilizo. Lo miro con
delicadeza, observo como trepa por mis cuerdas vocales y como sale mediante un
cabal constante por mi boca.
He presenciado momentos de vulgaridad, de más potencia conceptual,
algunos que me han delatado cómplice desprevenida del patriarcado y otras veces
me he sorprendido auto limitándome con mi propio lenguaje.
Me gustaría saber a que genio se le ocurrió unir las palabras
muerta y miedo, creando así una de las expresiones que más me jode utilizar
"Estoy muerta de miedo". De repente me sorprendí arrinconándome con
mi miedo a un lugar presuntamente seguro, dónde debería estar a salvo de la
muerte, y su fiel compañero, el miedo. Me sorprendí empequeñeciendo-me,
haciéndome más débil, pues las expresiones que había estado utilizando durante
tantos años daban connotaciones negativas al miedo, y si señores y señoras,
tenía miedo. Tenía y tengo miedo a menudo y por consiguiente estaba
atribuyéndome yo misma connotaciones negativas por ser un ente creador y
vividor de miedo.
Hasta que me di cuenta. Y dije basta.
Hasta que decidí utilizar la expresión "Estoy viva de
miedo"
Pues así es amigos míos, es el lugar que le pertenece en mi
vocabulario, de la mano de la vida. Me hace sentir viva. Con él me he conocido
más de lo que jamás creería conocerme. Y aún hay más, lo estoy empezando a
querer, para no arrinconarlo, y así no hacerlo yo con él.
Lo estoy empezando a querer para quererme a mi. Lo quiero para
poder darle la mano, y de la mano dar la vuelta al mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario